viernes, 14 de marzo de 2008

Vida en medio de la Selva




Estar a menos de 10 metros del río más grande del mundo te hace dar cuenta que en la selva amazónica cada ser viviente es genuinamente salvaje.

Tropecé con la modesta oficina de Muyuna Amazon Expeditions, justo en el corazón de la Amazonía Peruana. A Iquitos solo se puede acceder por vía aérea o fluvial (es la más grande del mundo con esta característica). Amistosa y cálida, con un aire exótico y una actitud acogedora hacia el turismo, es la entrada a la jungla, acudí allí con la intención de vivir una aventura.

Muyuna no es el único operador turístico en el área, sin embargo, es uno de los pocos que puede llevarlo al interior del río Amazonas (3 horas en bote a motor desde Iquitos, unos 140 kilómetros), y tiene una actitud hacia el turismo en la selva tropical. La tarde siguiente, mientras me mecía en la hamaca en el balcón de la elevada cabaña de madera, supe que había tomado la opción correcta.

Muyuna Lodge fue una idea de Analia y Percy Sarfati, una pareja que se enamoró de Iquitos y sus alrededores y vio la oportunidad de crear una posada turística eco-amistosa. La construyeron con ayuda de gente de la localidad, muchos de los cuales trabajan allí actualmente, y administran el lugar con un cuidadoso respeto por el medio ambiente.

Definitivamente, no es un destino de lujo. Las cabañas individuales son abiertas, pero las mallas puestas estratégicamente mantienen fuera a los mosquitos. No hay electricidad, y el agua es fría (bombeada directamente desde el río), sin embargo, las camas son cómodas, la comida es excelente y el entorno absolutamente único.

Una hora después de haber llegado a Muyuna, me sirvieron comida y bebida, me equiparon con botas y partimos caminando selva adentro. El aire era caliente y húmedo, los sonidos de la jungla, y mientras esquivábamos enormes telarañas y mirábamos los ejércitos de hormigas podadoras, entendi repentinamente lo que significa vivir en medio de la selva

Durante los siguientes cuatro días, acompañada por nuestro discreto y experimentado guía, Rafael, caminamos, anduvimos en canoa y lancha a motor a través de este remoto y fascinante rincón del mundo. Pescamos pirañas (y las comimos en la cena), nadamos con delfines rosados (una especie única del Amazonas) y, con inocente determinación, salimos en busca de caimanes negros.

La selva amazónica puede ser hogar para un tercio de las especies del mundo, pero usted necesitará un experto para ayudarle a abrir los ojos y descubrir toda la vida que acontece a su alrededor. Rafael tenía una especie de sexto sentido, lo que para mí era un nido de pájaros resultó ser un perezoso. Un árbol que aparentemente crujía por el viento resultó estar lleno de monos ardilla que brincaban sobre él.

Durante las excursiones nocturnas, mientras nos agrupábamos en la canoa mirando con los ojos bien abiertos a través de la niebla, él alumbraba la maleza con su linterna e indicaba determinadas especies de ranas y sapos; luego, moviendo la luz hacia el cielo, nos mostraba exactamente qué murciélago o pájaro acababa de levantar vuelo. Incluso, una noche encontramos un caimán.

Por las noches, al sentarnos a cenar a la luz de las lámparas de kerosene mientras disfrutábamos la sabrosa comida, los viajeros-provenientes de distintos países de Europa y América- contaban lo que habían visto ese día, sus emocionantes descubrimientos y ansiadas expectativas.

Estar en medio de la selva amazónica es un concepto difícil de entender cuando se ha vivido toda una vida en la ciudad. Es necesario un verdadero salto de fe para aceptar que, más allá de este grupo de cabañas de madera, no hay nada más que jungla por miles de kilómetros. Uno casi desea alejarse hacia arriba y mirarse desde el espacio, sólo para tener una idea de nuestra minúscula presencia en este extenso mundo verde. Sin embargo, a pesar de esta incredulidad, nunca nos olvidamos del privilegio de estar allí.

Suponía que sería una aventura amazónica única en la vida, pero sin ninguna duda: volvere.

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